Un día olvidará el olvido y nadie recordará lo escrito

Ella ha dejado de escribir en las paredes desde aquel día que olvidó una hache en medio de una protesta y los indignados enmudecieron en una epidemia de afonía; desde aquella tarde que dejó una tilde mal cerrada y al día siguiente todo amaneció con las persianas bajadas. Aquellos descuidos fueron el principio de este final de temporada.

«Ahora que no nos lee nadie» es, además del título de su última novela no escrita, la certeza de que su caligrafía se dibuja como los náufragos lanzan sus botellas desde la orilla de los deseos al azar de las mareas. Es la lista de los mensajes sin acuse de recibo.

Es viernes y ella entra en una tienda de las que aún cierran al mediodía. Dos monedas y dos minutos para un lápiz, una goma y una libreta sin cuadrícula. Todo el equipaje necesario para recorrer la geografía de sus palabras olvidadas en los rincones de la memoria, para descubrir los trazos escondidos tras el poderoso influjo de la luna, para escribir al margen las dedicatorias de agradecimiento a las musas desconocidas.

A un grafólogo ambidiestro que vende máquinas de escribir; a un etimólogo sin raíces que viaja donde las palabras le llevan; a un fisonomista irreconocible que muestra los secretos de los espejos rotos; a un mitómano famoso que pasea por el camino de la indiferencia; a un logopeda afónico que enseña a callar; a un médico enfermo que cura los olvidos; a un orientador despistado que vende brújulas sin norte; a un banquero arruinado que presta confianza; a un pasajero sin destino que colecciona billetes de vuelta; a un relojero sin cuerda que se desvive por recuperar el tiempo perdido; a un Judas sin besos que tiene un restaurante para últimas cenas; a un lunes sin domingo para una semana sin fin; a un padre sin herederos en busca de descendencia; a un cinco sin cero para una partido sin prórroga; a un congreso insonorizado que legisla de oídas; a un Titanic sin hielo para un güisqui sin soda.

A un cheque sin fondos, a un réquiem sin descanso, a un prohibido sin permiso, a un vendedor sin existencias, a un desierto sin sombras, a un café sin sal, a un barco sin timón, a un adiós sin despedida, a un loco sin atar, a una pregunta sin respuesta, a una factura sin IVA, a un 2 de mayo sin 11 de septiembre, a un historiador sin pasado, a un botón sin ojal, a un encaje sin bolillos, a un repetidor sin suspensos, a un beso sin rima, a un dios sin altar, a una fecha sin calendario.

A un estanquero ex fumador, a una planchadora arrugada, a un sastre naturista, a un colorante daltónico, a un arrendador okupado, a un cazador vegetariano, a un enólogo abstemio, a un fiscal imputado, a un voluntario forzoso, a un impostor sincero, a un payaso triste, a un animador solitario, a un buzo flotante.

A una papelera sin reciclaje.

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